- La Vieja Guardia

La “mayamanía”, curiosa exposición parisina

Fecha: 23 jul 2017

Es una historia muy singular la que Sven A. Kirsten cuenta a los visitantes del Museo del Quai Branly:

En las tres primeras décadas del siglo XX una extraña epidemia afectó a Estados Unidos. Se manifestó primero en California con el fenómeno de la Mayan Revival Architecture, una asombrosa moda arquitectónica neo-maya, y no tardó en invadir campos tan diversos como la danza, la música, el diseño de interiores, la moda, el cine e inclusive el esoterismo.

Comisario de la exposición Aztec Hotel, Le tile neomaya en Amérique, inaugurada el pasado 19 de junio en el Quai Branly –que festeja sus 10 años de existencia–, Kirsten se ríe cuando la corresponsal le pide aclarar por qué el título de la muestra entrelaza con tanta imprudencia las civilizaciones azteca y maya.

“El Aztec Hotel es la primera obra de la Mayan Revival Architecture y una de las más emblemáticas. Fue diseñada por el arquitecto Robert Stacy-Judd en 1924 y construida el año siguiente en Monrovia, a la orilla de la Ruta 66, a escasos 25 kilómetros de Los Ángeles.

“Según explicó el mismo Stacy-Judd, Maya Hotel no sonaba tan bien como Aztec Hotel, porque en ese entonces los estadunidenses conocían más a los aztecas que a los mayas. El nombre del establecimiento responde a meras preocupaciones publicitarias. Así de simple.”

Confía Kirsten mientras recorre la muestra:

“Junto con Stéphane Martin, presidente del Museo del Quai Branly, decidimos seguir ‘jugando’ con el humor de esa paradoja.”

El curador señala fotos del Aztec Hotel y sobre todo un video que él mismo filmó en ese palacio kitsch alucinante. Dejan atónito las imágenes del lobby y de salones amueblados con sillones, sofás, mesas, lámparas … mayas. Asombran aún más los pasajes abovedados, los dinteles y los paneles esculpidos, las estelas y los murales… mayas, que el arquitecto sembró por doquier.

El hotel fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1978 y hoy está en proceso de restauración.

Stacy-Judd no fue el único en mezclar sin complejo alguno a mayas y aztecas. Hizo lo mismo, entre muchos otros, el dueño del Aztec Theatre de San Antonio, Texas. Ese edificio relativamente austero por fuera contaba al interior con un decorado de estilo neomaya llevado al extremo y pretendía competir con las obras barrocas de Europa. “Descubran los tesoros modernos del cinematógrafo en medio del esplendor de una corte azteca”, proclamaba su lema publicitario.

Recalca Kirsten divertido:

“Las creaciones neomaya más significativas se multiplicaron sobre todo entre 1925 y 1930. Hubo de todo: edificios e inclusive rascacielos, cines, teatros, cafés, casas particulares. Y por supuesto, como suele pasar en casos de ‘apropiación de estéticas exóticas’, se tendió a confundir los estilos y a usar la terminología atribuida a uno para designar a otro.”

El curador se regocija aún más con una nueva serie de fotos y videos de otros dos impactantes Mayan Theatre. El primero, convertido hoy en discoteca, se encuentra en Los Ángeles y es absolutamente delirante. Cada centímetro cuadrado de su fachada está cubierto con motivos prehispánicos, y lo mismo pasa por dentro, y con el salón de baile mismo. El estilo del segundo, que sigue funcionando como un inmenso cine en la ciudad de Denver, oscila entre neo maya y Artes Decorativas.

Especialista de la pop culture –en particular de la Tiki Pop, una reinterpretación estadunidense de la cultura de Polinesia que encantó a Estados Unidos a mediados del siglo pasado, Sven Kirsten defiende con mucha convicción estas manifestaciones artísticas exuberantes.

“Propuse la exposición Aztec Hotel a directivos de museos norteamericanos

–recuerda–. En vano. Sólo uno se mostró interesado, pero finalmente se echó para atrás. Le asustaron las eventuales reacciones negativas de los mayistas. La arquitectura y la estética neomaya, al igual que la mayamanía, son expresiones de la pop culture que académicos y museógrafos rehúsan tomar en cuenta. En su amplia mayoría consideran que exhibir sus manifestaciones es culturalmente incorrecto. No coincido con ellos, por supuesto.”

–Esa muestra en París es su revancha, entonces…

–Sí… Lo que en realidad me interesa con Aztec Hotel es celebrar la fascinación que siempre ejercen sobre nosotros las antiguas civilizaciones desvanecidas y mostrar cómo a principios del siglo pasado los mayas excitaron la imaginación norteamericana, generando múltiples formas creativas y un deseo un poco ‘naif’ de volver a dar vida a la cultura mesoamericana…

Después de unos segundos de reflexión Kirsten recalca:

“La mayamanía dista de ser tan superficial como se puede pensar. En realidad es muy reveladora de una especie de ‘complejo cultural’ estadunidense. Los norteamericanos están conscientes de que carecen de identidad histórica y envidian al Viejo Continente que puede valerse de grandes civilizaciones como la griega y la romana. Descubrir grandiosas civilizaciones americanas como la maya les dio la ilusión de poder competir con los europeos”.

–¿Quisieron apropiarse del mundo prehispánico para dotarse de raíces culturales nativas?

–Así es. Esa filosofía o corriente americanista surgió a finales del siglo XIX y se consolidó entre 1920-1930. A lo largo de todo ese periodo la prensa estadunidense publicó grandes reportajes sobre expediciones arqueológicas en Yucatán y América Central, insistiendo en particular sobre los ‘enigmas’ del calendario de los mayas y los ‘misterios’ de los glifos de su alfabeto. El éxito fue inmediato, inmenso, y despertó todo tipo de fantasías y pasiones.

“Robert Stacy-Judd, arquetipo de ese entusiasmo, no vaciló en presentar su Aztec Hotel como el ‘primer edificio auténticamente americano’ porque se inspiraba de una cultura del Nuevo Mundo y no en la del Viejo Continente.

–¿Y fue tomado en serio?

–Por supuesto. Su reivindicación fue tema de múltiples notas periodísticas admirativas en todo el país. El New York Times dedicó un reportaje de lo más serio al Aztec Hotel calificándolo de obra pionera. Fue a la vez una verdadera consagración para Stacy-Judd y el punto de partida de la mayamanía.

–¿Cómo reaccionaron los arqueólogos norteamericanos?

–A la inversa de lo que pasa hoy, los círculos mayistas de Los Ángeles acogieron y asesoraron sin problema a Stacy-Judd, quien por cierto se casó con la hija de uno de ellos. La pareja multiplicó los viajes a Yucatán y el arquitecto acabó dando conferencias y escribiendo libros sobre la cultura maya. Se identificó tanto con el México prehispánico que solía organizar ‘rituales mayas’ en los que él y su esposa vestidos de ‘mayas’ interpretaban ‘danzas sagradas’.

Sven Kirsten mira con infinita benevolencia una película amateur en la que Stacy-Judd, efectivamente “vestido de maya”, baila con suma seriedad. En realidad imita las posturas y los movimientos de reyes, sacerdotes y guerreros mayas que aparecen en relieves, estelas y códices.

La muestra Aztec Hotel rinde homenaje a estos arqueólogos que despertaron la imaginación de Stacy-Judd y de millones de norteamericanos.

Destacan el arquitecto británico Frederick Catherwood y el escritor estadunidense John Lloyd Stephens, quienes a partir de 1839 se lanzaron juntos en la exploración de Copán, Palenque, Uxmal, Mayapán, Labná, Chichén Itzá, Cobá y Tulúm.

“Su libro Incidents of travel in Central America, publicado en 1843, fue una revelación en Estados Unidos, y los grabados de Catherwood que lo ilustraban despertaron múltiples vocaciones de exploradores y mayistas”, enfatiza Kirsten.

Auguste Le Plongeon, estadunidense de origen francés, y Alice su esposa británica, fotógrafos profesionales ambos y arqueólogos amateurs, conocían de memoria Incidents of travel in Central America. Su pasión por la civilización maya los llevó a dedicar 12 años de su vida –de 1873 a 1885– a explorar Uxmal y Chichén Itzá, y su mayor orgullo fue haber descubierto el famoso Chac Mool de este último sitio.

Influidos por las extrapolaciones azarosas de Charles Etienne Brasseur de Beaubourg, arqueólogo encargado de misiones oficiales en México en tiempos de Maximiliano, Alice y Auguste Le Plongeon no tardaron en elaborar a su vez teorías extravagantes, estableciendo lazos entre la Atlántida, los mayas y la civilización del antiguo Egipto.

“Gracias a los talentos de clarividente de Alice, Auguste se convirtió en ‘arqueólogo espiritista’ y publicó un asombroso corpus de textos en el que mezcló enfoques científicos y divagaciones novelescas. Los Le Plongeon acabaron convencidos de que eran la reencarnación de deidades mayas y egipcias. Por supuesto fascinaron al público con sus cuentos y se convirtieron sin saberlo en precursores de la mayamanía”, enfatiza el curador.

La pareja también tuvo numerosos seguidores en California en el seno de grupos esotéricos atraídos por un amplio sincretismo que incluía dioses mayas y de todo tipo de religiones.

Fue en ese ámbito que en 1934 Manly P. Hall, filósofo canadiense y especialista mundialmente reconocido del ocultismo, creó en Los Ángeles la Philosophical Research Society –que aún existe hoy– con la intención de lograr “la síntesis de todas las grandes filosofías esotéricas desde los pitagóricos hasta los mayas, incas y aztecas, pasando por los egipcios antiguos y los alquimistas”.

El libro de Manly P. Hall Las enseñanzas secretas de todos los tiempos, publicado en 1928, tuvo un fuerte impacto en Estados Unidos, y a su manera contribuyó a prolongar el eco de la mayamanía.

La danza no escapó al entusiasmo neoprehispánico. Prueba de ello es el triunfo del Xóchitl, espectáculo presentado en 1920 en Los Ángeles por el famoso cuerpo de ballet de la Denishawn School of Dancing. Supuestamente inspirado en un cuento tolteca, esa obra coreográfica fue aclamada como “el primer ballet azteca”.

Martha Graham, pionera de la danza moderna, que interpretaba el papel estelar de Xóchitl, reconoció que ese ballet había sido un momento importante en su incipiente carrera. El público por su parte quedó pasmado ante la suntuosidad del decorado y del vestuario y se dejó embrujar por la “auténtica música” tolteca-azteca…

Según afirma Sven Kirsten, Hollywood se dejó contagiar tardíamente por la moda neomaya. El curador presenta en la muestra del Quai Branly Secret of the Incas, película del realizador Jerry Hopper, por considerarla representativa de ese género. Kirsten insiste sobre la actuación de la cantante peruana Yma Sumac, cuyas vocalizaciones y danzas rituales pseudoincas tienen un encanto un tanto anticuado.

La gran depresión de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial acabaron con los sueños mayas de los estadunidenses. Sobrevivió un poco la mayamanía en la vajilla de marca Frankoma, adornada con motivos precolombinos estilizados, y luego desapareció.

Fuente: Proceso.