Para Redondo, en realidad, "no sé puede hablar de 'hacer' neuroeducación, sino que esta disciplina es más para 'ser'".
"En mi aula yo trabajo mucho la educación emocional, cómo identificar las emociones, y aplico dinámicas de enfrentamiento de la rabia y el miedo", le cuenta a BBC Mundo.
"Hacemos actividades de mindfullness, es decir el estar aquí y ahora. Y les enseño a controlar la respiración y gestionar los pensamientos para conseguir relajar la mente", detalla.
Otro de los aspectos de la neuroeducación es el ambiente en el que se lleva a cabo el aprendizaje.
Mora destaca la importancia de la neuroarquitectura en la educación.
Este nuevo movimiento es la conjunción de pensamientos entre arquitectos y neurocientíficos valorando el funcionamiento del cerebro para la construcción de nuevos edificios, define.
"La orientación de la luz, el sonido, el calor y el frío, con qué frecuencia hay que cambiar los póster… Se han hecho estudios que muestran que cuando todo eso se tiene en cuenta cambia el rendimiento mental de los estudiantes, como ocurrió en Finlandia, Noriega y Suecia", ejemplifica.
Transformación
Tanto el especialista en el funcionamiento del cerebro, como el profesor que encabeza el aula diariamente y guía a sus alumnos, una transformación educativa es imprescindible.
"Hay que empezar a transformar la formación de los colegios", dice Mora.
Pero sobretodo, el doctor en medicina insiste en que lo importante es hacer interesante lo que se enseña.
"Puede ser que no se requiera la palabra, sino una simple foto, un dibujo, algo exótico… Entonces rompes los esquemas, te prestan atención y cuando eso ocurre es cuando tienes que soltar los cuatro o cinco conceptos básicos. Yo no enseño más que eso en cada clase".
Y también cuestiona la duración actual de los períodos de clase.
"Estoy en contra de que una clase en la universidad dure 50 minutos. Una clase debe durar en torno a los 40 minutos si la haces interesante, sino menos".
Del mismo modo, Redondo cree que "en el aula habría que cambiar casi todo y los tiempos de las clases no son lo más adecuados".
Y presenta el ejemplo de los adolescentes que deberían empezar las clases más tarde porque ellos tienen "otro ritmo circadiano"; es decir, cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo diario.
"Cuando empezamos las clases a las 8 de la mañana muchos de ellos aún están en la fase del sueño. Y eso es tan sencillo como retrasar la entrada una hora o incluso dar clases por la tarde, cuando ellos están más activos", dice.
Pese a todos estos potenciales cambios, aún queda mucho terreno por explorar para transmitir los conocimientos científicos de cómo funciona el cerebro al ámbito educativo.
Y luego habrá que evaluar si realmente funcionan y logran el objetivo de aprender mejor, destacan los especialistas.
Fuente: BBC Mundo.