Uranio: La energía más poderosa del universo
Fecha: 30 ago 2019
Urano, el cielo, fue el cruel dios que encerró –contra la voluntad de Gea, su esposa–, en el Tártaro (el mundo de las profundidades y la oscuridad), a sus monstruosos hijos: los cíclopes y los hecatónquiros. Crono, uno de los poderosos titanes e hijo de ambos, buscó a Urano para vengar a su madre. Lo encontró en brazos de Nix, la noche, con la que había engendrado a Tánatos y a Hipnos. Castró a su propio padre con una hoz de pedernal y, luego, arrojó sus genitales al mar.
Éstos, indiscutiblemente prolíficos, al caer produjeron una espuma de la que nació, ya adulta, la bella Afrodita. Más tarde, la hermosa diva tuvo un hijo que encarnaba, no sólo la fuerza del amor erótico, sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos: el alado Eros.
Las fuerzas más grandes de la naturaleza
El uranio es un elemento muy terrenal. En 1789, el químico prusiano Martin Klaproth logró aislar de la pechblenda un óxido al que le dio el nombre de Urano, en homenaje al séptimo planeta descubierto, siete años antes, por el músico y astrónomo inglés William Herschel. Cincuenta años más tarde, el químico francés Eugène Péligot obtuvo a partir del urano un nuevo elemento al que le dio el nombre de uranio.
Cada átomo de uranio consiste en un núcleo positivo con 92 protones (positivos) interactuando eléctricamente con 92 electrones (negativos).
Dentro de los núcleos, los protones y los neutrones se atraen entre sí mediante las llamadas fuerzas nucleares. Éstas son las fuerzas más grandes de la naturaleza, aunque son de muy corto alcance. A distancias mayores a una mil billonésima de metro (10−15 m), su efecto es casi nulo. En el caso particular del uranio, la presencia de 92 cargas positivas en un espacio tan pequeño hace que las fuerzas eléctricas de repulsión lleguen a ser mayores que las fuerzas de atracción nuclear. Como consecuencia, los núcleos de uranio no son estables, sino que se desintegran espontáneamente emitiendo diferentes tipos de radiación.