Editorial

Por La vieja Guardia / hace 10 años

Se puede hacer Periodismo en esta aparente tiranía de los 140 caracteres? ¿Podemos pretender profundizar la realidad en tiempos en los que la superficie parece ser el fondo? ¿Es opción mantenernos impasibles frente las sirenas apocalípticas que lanzan memes sobre la muerte de los periódicos? ¿Se ha rendido la ética frente los escurridizos códigos morales de la cibernética? 

Quienes creemos en la pervivencia -y la necesidad- de la vieja escuela de periodismo, creemos que las anteriores son preguntas que no se pueden responder en una animada mesa de café, sino en la práctica cotidiana del oficio. El respeto al lector, la seriedad de las fuentes, la confirmación de los datos, el trabajo de investigación, la necesidad del contexto, la retroalimentación con los receptores y un profundo fervor por la riqueza que nos brinda nuestro lenguaje no parecen ser inservibles objetos de museo cuando nos asomamos a una realidad cuya complejidad no cabe en un tuit, pero cuya agenda sucumbe ante el furioso tsunami de los trending topics. 

Por eso sugerimos la existencia de una Vieja Guardia. Centinelas que,  desenvolviéndose dinámicamente en el luminoso castillo de la modernidad, no renuncien a cuidar el legado de quienes nos enseñaron que a la realidad hay que masticarla lento para procesarla con serenidad. El gran banquete de la información no debe de agotarse en los saborizados facilismos que nos ofrece la comida rápida.

Estaremos firmes. Nos mantendremos alerta, procurando el encuentro siempre saludable de la vieja escuela con los nuevos alumnos. La realidad, que siempre late fuera del aula y las redacciones, nos está esperando a todos para la gran tarea de interpretarla.